El rol de las madres en la crianza y educación de los hijos es frecuente y justamente reconocido (al decir hijos/niños me refiero a ambos sexos). Menos atendida es la crítica importancia de los padres. En este artículo presento algunas ideas que rescatan el valor del padre. Presentaré algunas formas de interacción paterna, complementarias a las de la madre, que contribuyen al desarrollo psicosocial de los hijos.
Inicialmente, el vínculo entre la madre y su bebé es más fuerte que el que se da entre el padre y el bebé. Esto no significa que el padre no se involucra o no tiene nada que aportar en los primeros meses de vida. Muchos padres buscan y aprecian el contacto cercano con sus bebés y ayudan a las madres en las labores domésticas. La carga del cuidado temprano se distribuye mejor entre dos. Pero el vínculo se va fortaleciendo cuando el bebé va creciendo y se va dando una mayor interacción con el padre.
En el juego, especialmente el juego activo y físico, padres e hijos se encuentran y aparecen oportunidades de aprendizajes. Un padre levanta a su hijo y con cuidado lo traslada en el aire, volando como un pájaro o un avión. Con los niños más grandes el juego se hace más brusco y se convierte en una lucha simulada. Recuerdo que una madre me contaba como su hijo e hija esperaban, con entusiasmo, el final del día cuando el padre jugaba a la lucha con ellos. Mediante este juego se establece una fuerte conexión y hay importantes aprendizajes implícitos. En este juego brusco el padre enseña a sus hijos a medir sus fuerzas, a atender a los límites en las interacciones y a coordinar movimientos. El padre está enseñando, sin ser consciente, claves conductuales para iniciar y mantener relaciones interpersonales. Esto ya resulta de importancia cuando el niño se relaciona con otros niños para jugar y aprender en las interacciones entre pares.
Poco a poco, el padre va complementando el aporte materno, preparando al niño para enfrentar la vida en sociedad. Ante el resguardo y seguridad que ofrece la madre el padre exige, desafía y aporta enseñanzas para lidiar con los obstáculos de la vida. El padre promueve el descubrimiento, la exploración y el reconocimiento de la posición propia en relación con el entorno y la meta.
Antiguamente el hombre enseñaba a usar las herramientas y adiestraba en la caza. Las formas han cambiado pero el niño se beneficia a acompañar a su padre cuando sale de la casa. En estas exploraciones el padre se relaciona con las normas, usa los medios de trasporte y, sobre todo, establece modos de relación necesarios para el beneficio propio y de la comunidad.
Cuando los niños crecen, la rebeldía y la transgresión adolescente pueden llegar a ser peligrosos para el mismo joven y para otros. Tradicionalmente, el padre era una figura de autoridad, que ayudaba a mantener el curso de la energía en la formación de la personalidad. Muchas veces esta búsqueda juvenil y la norma paterna entraban en conflicto.
En la vida, el conflicto es inevitable. Las tensiones entre padres e hijos eran una oportunidad para resolver constructivamente un conflicto. Cuando esto ocurría, el joven tenía un molde de referencia para los conflictos que, más adelante, encontraría en las relaciones fuera de la familia. Hablo en pasado porque desde hace algunas décadas la autoridad paterna se ha visto debilitada.
Convertirse en padre requiere valentía, implica un esfuerzo y algunos lo logran mejor que otros; pero un intento honesto y bien intencionado es ya valioso. Los niños no necesitan padres perfectos, sino, suficientemente buenos.
A veces puede haber un buen padrastro, un abuelo o un tío que en parte asume el rol paterno. Varios miembros de la familia pueden sumar. Y hay madres que han debido asumir también roles paternales; así como hay padres que asumen roles maternales.
Los padres son importantes. De distintas formas tienen un rol fundamental en la vida de niños. Un padre que cambia pañales, que le habla a su bebé mientras lo tiene en sus brazos, que cuenta cuentos antes de dormir, que juega con sus hijos, que los lleva a explorar la naturaleza, que pone normas, alienta y exige amorosamente es un pilar en la vida de sus hijos y su influencia se extiende por generaciones.