El psiquiatra Carl Jung notó imágenes recurrentes en las alucinaciones de sus pacientes y en los sueños que le relataban algunas personas. Muchas de estas imágenes eran extrañas. Quienes las soñaban no podía entenderlas, ni rastrearlas a sus experiencias pasadas. Además, Jung encontró que imágenes o temas similares se encontraban también en antiguos cuentos y mitos de variadas culturas, de distintos tiempos y diferentes lugares.
Jung planteo que existe una tendencia a que ciertas imágenes o formas aparezcan en la mente de todas las personas. Estas formas universales, a las que denominó arquetipos, brotan desde un inconsciente colectivo.
Debo aclarar, que no es que existan imágenes alojadas en algún lugar de nuestro cerebro. Es mejor pensar en los arquetipos como patrones de organización de la naturaleza actuando en nuestra mente. Estos patrones pueden manifestarse mediante imágenes simbólicas. Además de aparecer en ocasiones en los sueños, los arquetipos se encuentran con frecuencia en la cultura, la religión y en el arte. Los arquetipos pueden también propiciar ciertas formas de comportamiento.
Intentemos entender los arquetipos a partir de algunos ejemplos. Jung observó que muchos de sus pacientes dibujaban o soñaban formas circulares. Círculos semejantes se encuentran en prácticas religiosas en distintas culturas; por ejemplo, son famosos los mandalas que elaboran los monjes budistas tibetanos. Jung interpretó estos mandalas como símbolos arquetípicos de la totalidad.
Otro arquetipo es el del héroe. El arquetipo del héroe se encuentra en culturas tan diversas como la del antiguo Egipto, los Mayas de Mesoamérica y la de Japón. En las historias de héroes, un hombre o una mujer emprende un viaje que le lleva en una aventura en la que debe enfrentar una serie de obstáculos y, si los supera, consigue un premio.
Dijimos que los arquetipos son también patrones de comportamiento. Por ejemplo, los ritos de transición en muchas culturas ocurren en la adolescencia para marcar el paso de la vida del niño a la del adulto.
Si han tenido la paciencia de leer hasta aquí, tal vez algunos de ustedes se preguntan, ¿de qué me sirve saber que existe el inconsciente colectivo y los arquetipos? Sin duda se puede sobrevivir sin esta información. Pero, quienes buscan conocerse mejor a sí mismos y desarrollar su potencialidad, encontrarán en estas ideas una valiosa fuente de vida. Los arquetipos son expresiones en la psique de los dinamismos creativos de la naturaleza.
Los arquetipos aparecen en nuestra vida en independencia de nuestra voluntad. Pero desde nuestra conciencia podemos propiciarlos, reconocerlos y mantener una relación con los símbolos que aparecen.
Desde un punto de vista psicológico, la religión ha cumplido, tradicionalmente, la importante función de mediar, con sus ritos y símbolos, la relación entre las personas y los arquetipos. En la vida moderna, el alejamiento de la religión, entre otros factores, ha llevado a que muchas personas experimenten una pérdida de sentido y significado de sus vidas. Una vida que, sin fanatismo, incluya la religión puede ser favorable para el desarrollo psicológico.
Cualquier forma de actividad expresiva, como en las artes, puede ayudar a externalizar símbolos arquetípicos que podemos contemplar y con los que nos podemos relacionar.
Para cerrar estos dos artículos en que abordo el inconsciente, permítanme agregar unas palabras a modo de conclusiones. Factores inconscientes tienen una influencia real en la vida de las personas. No reconocer estas fuerzas disminuye nuestro libre albedrío y nos convierte en títeres de nuestras emociones. Es cierto que el autoconocimiento es una tarea exigente, pero ofrece una promesa de mayor libertad. En el largo plazo, una disposición reflexiva de las influencias del inconsciente y una actitud receptiva de las manifestaciones de los arquetipos contribuyen a una vida más plena, con sentido y significado.