Antes que nada, definamos, de un modo muy general, a la conciencia. Aquí, por conciencia entenderemos el estado mental en que yo me encuentro al escribir este artículo y usted al leerlo. Es el estado psíquico que predomina cuando estamos alertas, que nos permite trabajar, relacionarnos, saber que hay un mundo externo y reconocernos como individuos con una identidad definida.
Entrando en materia, digamos que el inconsciente no es algo místico, ni es un invento. Algunos psicólogos, a partir de la observación y del trabajo clínico con pacientes, descubrieron que hay factores inconscientes que influyen en el comportamiento. Sigmund Freud fue uno de los primeros en observar en sus pacientes que algunos de sus malestares, que no tenían una causa física, se encontraban vinculados con recuerdos “olvidados” o deseos no expresados. En parte, el inconsciente es algo así como una bodega psicológica, donde se guardan recuerdos dolorosos o se esconden deseos avergonzantes o incompatibles con la vida social civilizada. Estos pensamientos alguna vez estuvieron presentes en la conciencia pero fueron relegados a esta bodega para proteger la integridad psicológica. Este es un modo natural y espontáneo de funcionamiento psicológico. Es un modo de auto-regulación de la psique.
El problema es que esta estrategia no siempre es totalmente efectiva. Los recuerdos y deseos tienen energía y buscan escapar de su encierro. Lo reprimido aprovecha cualquier oportunidad para tratar de regresar. Al dormir, cuando la conciencia descansa, pueden aparecer en los sueños imágenes referidas a lo reprimido. También, estos contenidos se escapan a veces en los chistes o cuando una persona dice algo que no quería decir. Mantener el encierro requiere de un esfuerzo, lo que puede disminuir la motivación, generar fatiga y una serie de otros síntomas perturbadores del funcionamiento psicológico normal.
El inconsciente también tiene otro aspecto. Se ha visto que la memoria del ser humano funciona de dos formas. La memoria explícita se activa cuando usted, por ejemplo, quiere recordar todas las prefecturas de Japón (o las regiones o provincias de su país). En algún momento aprendió esta información, está guardada y se requiere de un mayor o menor esfuerzo voluntario para recordarla. Además, hay otro tipo de memoria, llamada implícita o procedimental. Aquí, usted aprende una actividad, digamos a andar en bicicleta, y luego puede bicicletear sin un gran esfuerzo mental para recordar las diferentes acciones que se necesitan. Esta memoria no solo ocurre para actividades como andar en bicicleta. Al relacionarnos con otras personas repetimos formas de comportamiento que hemos aprendido previamente. Tal como mencioné en un artículo anterior al hablar de los complejos, la repetición automática de patrones relacionales pasados puede ser útil en ciertas situaciones pero, en otras, también puede afectar negativamente las relaciones interpersonales.
Entonces. ¿qué se puede hacer para que el inconsciente no afecte negativamente nuestra vida? Primero, sirve reconocer que algunas de nuestras acciones y decisiones se encuentran influidas por factores inconscientes. Como estos factores son difíciles de reconocer es conveniente mantener una actitud reflexiva respecto a nuestra conducta, nuestras relaciones interpersonales y nuestro ánimo. Examinarse a uno mismo es una antigua recomendación que sigue en vigencia hoy en día.
Pero la autoinspección no es fácil, por lo que una referencia externa puede ayudar. Justo aquellas personas con quienes se tienen más dificultades nos ofrecen oportunidades de aprender sobre nosotros mismos. Adicionalmente, un amigo que nos desea bien y es sincero puede también ayudar con sus observaciones de nuestra conducta. Y la psicoterapia se ofrece para asistir a las personas a recordar y/o expresar lo que se ha ocultado y reprimido. Porque es necesario reflotar aquello que estaba sumergido y relacionarlo con la vida actual. Pero este rescate, el terapeuta lo va facilitando, generalmente, de forma gradual y cuidadosamente.
Por lo demás, una vida donde se de lugar a diferentes formas de expresión a través del cuerpo y de las palabras ayuda a canalizar la energía. La actividad creativa ayuda a transformar la energía en formas civilizadas. Además del trabajo, puede ser saludable cualquier actividad que ocupe nuestra atención y energía, con o sin un fin práctico, que hagamos de forma libre, espontánea, que nos de satisfacción, que no perjudique a nadie y que ojalá, otras personas también puedan disfrutar. El deporte, la danza, y las distintas artes son ejemplos que resultan beneficiosas desde un punto de vista psicológico.
Hay una tercera forma de entender el inconsciente…pero esa explicación la dejamos para una próxima ocasión.